miércoles, 19 de octubre de 2011

José Manuel Aguilar: Hay quienes usan a los niños para expresar su resentimiento.

Este experto, que ha editado obras de referencia sobre las separaciones y los hijos, sostiene que cuando la ruptura no es amistosa, es «frecuente que la capacidad para afrontar se desborde»

Día 17/10/2011 - 08.58h
La ley ampara a la madre en un proceso de separación. ¿Cree que es excesivo? ¿Cómo afecta al padre desde el punto de vista psicológico?
—La práctica judicial es preferir la opción de custodia materna. El padre queda en este caso como visitador y, si desea ejercer como educador y cuidador, se ve imposibilitado por limitación de tiempo y espacio. Su percepción es ser un educador de segunda, más dirigido al ocio que hacia la implicación diaria en la vida de su hijo
—¿Cómo queda por lo general un padre tras una separación? ¿Suele acabar con custodia compartida o se le da a la madre? ¿Qué es lo mejor para los niños?
—Desde un punto de vista psicológico, la mejor organización familiar para los niños tras la separación es la que facilita o favorece en mayor medida su adaptación a la separación de sus padres. Como es fácil suponer, no existen reglas generales para la aplicación de este principio porque cualquier decisión que se adopte debe tener en cuenta la situación de la que partimos; es decir, cómo era el sistema familiar de forma previa a la separación. Una vez que se inicia la separación, el nivel de conflicto entre los padres o las actitudes de cada uno para favorecer o dificultar el acceso de los niños al otro padre, deben ser muy tenidos en cuenta a la hora de optar por un modelo de custodia u otro. En general, la decisión de custodia es un proceso complejo en el que hay que considerar multitud de variables si no queremos colocar a los niños en una situación que no sólo no le favorezca, sino que comprometa su adaptación a la separación de sus padres.
—¿Cómo afecta un proceso de separación no amistoso a la salud mental de los progenitores?
—La ruptura de una pareja es una de las situaciones más estresantes a las que debemos enfrentarnos. Cuando esa ruptura además se produce de forma no amistosa, es frecuente que nuestra capacidad de afrontamiento se vea desbordada porque encaramos no sólo la angustia emocional, sino también la reorganización del sistema familiar que toda separación conlleva. En este escenario no es infrecuente que las personas implicadas experimenten síntomas psicológicos, siendo los más comunes la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo, como la depresión. De todas formas, es importante que la gente sepa que sentir estrés en una situación que es estresante es lo esperable, y por tanto, normal. El problema viene cuando se tiene dificultad para recuperar el nivel previo de funcionamiento; es decir, cuando no somos capaces de convivir con esos síntomas porque nos superan, o cuando se prolongan demasiado.
—¿Cómo suelen utilizar los padres en proceso de separación a los pequeños como moneda de cambio?
—Desafortunadamente la capacidad de los adultos de usar a sus hijos para obtener ventajas personales en el proceso de divorcio no tiene límites. Es tremendamente frecuente que los niños sean utilizados no sólo como moneda de cambio, con frases como: «Si no me pasas la pensión, no ves a los niños», sino, lo que es peor, como el medio que usan los padres y madres que no asumen la ruptura para expresar su resentimiento hacia otro padre. En esos casos los menores se convierten en vehículo de los sentimientos de los adultos que, invariablemente, anteponen sus propias necesidades a las de sus hijos, a los que están obligados a cuidar y proteger. Esta pérdida de perspectiva de los adultos es el caballo de batalla de los procesos de divorcio porque las consecuencias que tiene para los niños la ineficacia de sus padres para mantenerlos al margen del conflicto son demoledoras, y la probabilidad de desarrollar trastornos emocionales con el tiempo muy alta.
—¿Se pueden llegar a situaciones extremas de rapto o huida con los pequeños por una de las dos partes? ¿Qué pasa por la cabeza de los que hacen algo así?
—Cualquier situación en la que estén en juego las pasiones humanas puede tener un desenlace imprevisible. El sentimiento de pérdida o de infidelidad; los celos; la ira; el deseo de vengarse de quien nos ha herido; la frustración desbordada; y especialmente la sensación de no tener nada que perder, porque ya se ha perdido todo lo que importaba, son emociones capaces de desbordar los controles psicológicos, sociales y morales y llevarnos a situaciones límite. Afortunadamente esto no ocurre con frecuencia, pero cuando se produce sólo podemos explicarlo psicológicamente analizando el caso particular y escudriñando los motivos de su protagonista. O sea, intentando descubrir qué pasión o pasiones han determinado su conducta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario